El gobierno del “primer presidente indígena” legalizó el cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM) por primera vez en Bolivia. ¿Cómo puede el Defensor Mundial de la Madre Tierra abogar por un negocio antinatural que solo beneficia a un puñado de agroindustriales y transnacionales como Monsanto, que monopoliza el comercio de transgénicos? No mienta Presidente: con transgénicos y pesticidas no se vive bien.
A pedido del Ejecutivo, la mayoría oficialista del Congreso aprobó por tiempo y materia, sin debate y a la carrera, el proyecto de Ley de Revolución Productiva, Comunitaria y Agropecuaria (RPAC) que legaliza por primera vez el cultivo de transgénicos en Bolivia. El Presidente promulgó la norma a fines de junio de 2012.
Las organizaciones campesinas e indígenas que integraban el quebrado Pacto de Unidad rechazaron el sesgo pro transgénico del proyecto de ley RPAC, pero el Ejecutivo les convenció de que era necesario “poner algo” en la ley que beneficie a los empresarios del oriente. Obraron como principales promotores de los cultivos transgénicos el ex ministro de Autonomías y actual ministro de Gobierno Carlos Romero, el viceministro de Desarrollo Rural Víctor Hugo Vásquez y el propio Presidente Morales.
Evo reprochó a campesinos e indígenas que se oponían a los transgénicos y le “causan problemas con los empresarios de Santa Cruz”. “Si no se aprueba (la ley) como está, tendrán que esperar unos dos años para ver sus propuestas plasmadas en ley”, les habría chantajeado el Mandatario.
La Ley en cuestión establece que no se introducirán al país paquetes tecnológicos agrícolas que involucren semillas genéticamente modificadas de especies de las que Bolivia es centro de origen o diversidad, como por ejemplo la papa, quinua, tarwi, maíz, granos y tubérculos andinos. Si bien no se admitirá ningún tipo de transgénicos de especies originarias, se abrirá las puertas a semillas genéticamente modificadas de soya, tomate, caña de azúcar, zapallo, remolacha, cebada y otras especies de cultivos no nativos de Bolivia.
Romero alegó que el gobierno no está promocionando los transgénicos en el país, sino que intenta “regular” los cultivos de OGM tomando en cuenta criterios de carácter económico, sanitario biológico y ambiental, y “bajo condiciones de bioseguridad establecidas por el Estado boliviano en el marco de convenios internacionales de bioseguridad”.
En Bolivia se consumen más de 50 productos elaborados con materia prima transgénica, principalmente frutas, enlatados, papa, tomate, manzana, uva, galletas, yogurt y otros alimentos importados legal o ilegalmente. “Al comer maíz, que luego se transforma en carne, estamos consumiendo productos transgénicos”, dijo el presidente de la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo) Demetrio Pérez. (Página 7)
La propuesta del gobierno es más o menos “regularizar” el consumo y el cultivo clandestino de transgénicos, imponiendo “reglas más estrictas que hagan mucho más difícil la autorización” de OGMs en el futuro. Un comité de bioseguridad interministerial bajo la tuición del MDRyT y con participación de las carteras de Medio Ambiente y Salud evaluará y emitirá un dictamen técnico, ya sea autorizando o rechazando transgénicos.
Se autorizará la ampliación de la producción de alimentos transgénicos siempre y cuando se “respeten las condiciones de bioseguridad y no afecten la salud o el medio ambiente (...) Si un cultivo es dañino, el comité lo prohibirá y no autorizará su ingreso al país, pero si no afecta y coadyuva a incrementar los volúmenes de producción, “lo autorizará bajo determinados límites”, explicó el ministro Romero.
Si bien el proyecto de ley privilegia la producción orgánica, “somos conscientes de que esta producción es insuficiente para garantizar el abastecimiento del mercado interno, y los excedentes para la exportación”. Por tanto, a la hora de autorizar el cultivo de transgénicos, se tomará en cuenta no solo la preservación de la salud, el medio ambiente o la vocación productiva de la tierra, sino también los “comportamientos del mercado”, confesó Romero.
El mercado tendrá la última palabra
Romero entiende que los transgénicos de Monsanto y Cargill regulan el comportamiento del mercado internacional y tienen una incidencia fundamental en la “revolución transgénica impresionante” que ha permitido a Paraguay, Argentina y Brasil multiplicar sus volúmenes de producción y “copar los mercados externos”.
En Bolivia no tenemos la cantidad suficiente de instituciones, empresas o entidades que generen semilla certificada y dependemos de la semilla de soya transgénica de Brasil o Argentina. Los productores bolivianos también enfrentan graves problemas en la producción de maíz “porque los países que nos proveían de esa semilla están produciendo sólo transgénicos”, explicó en su momento la ex directora del Ministerio de Autonomías Elba Terceros.
La funcionaria relativizó los riesgos y peligros que implica la producción masiva de transgénicos en Bolivia: “Hasta donde se conoce no se puede afirmar que hacen daño a la salud, pero tampoco se puede afirmar que no hacen daño… Hay mucha campaña internacional, pero no sabemos si tienen malos o buenos resultados o si estamos arriesgando algo…”.
“Es fácil criticar y decirles a los pequeños y medianos productores de Santa Cruz que no produzcan soya transgénica, pero, ¿qué opción les damos? Eso es en lo que tenemos que pensar… Yo no estoy a favor de los transgénicos, pero tenemos que darles opciones…”, especuló Terceros.
Con la misma lógica, la Ministra de Desarrollo Productivo Teresa Morales y los senadores Isaac Avalos y Fidel Surco defendieron su ley “antitransgénica”, dizque porque preserva los cultivos nativos, garantiza un 70% de cultivos orgánicos y “solo” autoriza 30% de producción transgénica.
Los burócratas del MAS reconocieron que su prioridad no es solamente producir “en armonía” con la Madre Tierra o revalorizar las “prácticas ancestrales”, sino también “incrementar” la producción con “tecnologías modernas”. Aparentemente, su propósito principal es autorizar la importación de maíz transgénico para alimentar pollos y cerdos, y legalizar el cultivo de caña transgénica para la industria de los agrocombustibles.
Las críticas
¿Cómo es posible que el gobierno del MAS legalice los transgénicos en Bolivia?, se preguntaron muchos ecologistas y algunos militantes del MAS que creían ciegamente en Evo Morales, autoproclamado héroe y defensor mundial de la Madre Tierra. Cuando se confirmó la mala nueva, los ecologistas del país y del extranjero se sintieron tan desilusionados como los trabajadores bolivianos después del gasolinazo de Navidad.
“Aparentemente la Pachamama no consigue el apoyo necesario ni de sus hijos parlamentarios que no saben defenderla”, se lamentó el periodista Fortunato Esquivel. “Tiene que haber un grave error en la información de algunos de nuestros parlamentarios para que propongan dar vía libre al comercio de semilla transgénica”, cuestionó el ex senador masista Antonio Peredo (+).
Los “honorables” del MAS son una tropa de “levantamanos” sometidos al Ejecutivo que le hace juego a las multinacionales como en los peores tiempos del neoliberalismo, deploró el Consejo Nacional de Ayllus y Markas de Qullasuyo (Conamaq). Levantar la mano sin saber qué están aprobando es “sectarismo estúpido”, reprochó el ex senador del MAS Gastón Cornejo, escandalizado por la “tremenda insensatez de algunos políticos ignaros” y la “oratoria muy poco respetable” del ministro Carlos Romero.
Decenas de informes de la FAO y la UNESCO corroboran que el negocio transgénico refuerza un modelo de producción agrícola insostenible y depredador. La Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad de EE.UU.), luego de analizar estudios de campo en los últimos 20 años, llegó a la conclusión de que el publicitado aumento de rendimientos de los cultivos OGM es completamente falso. Los transgénicos no aumentaron el rendimiento de ningún cultivo
Se ha demostrado en la práctica que el cultivo industrial de transgénicos intensifica el uso de venenos agroindustriales y devasta extensas áreas. El mayor peligro es la contaminación biológica de especies y campos de cultivo. Se ha comprobado científicamente que los OGM contaminan especies nativas. En abril de 2012, 270 mil agricultores orgánicos víctimas de contaminación genética demandaron a Monsanto en una corte de Nueva York. La historia ha demostrado que las semillas orgánicas no pueden coexistir con las simientes transgénicas del agronegocio, afirmó Public Patent Foundation (PUBPAT).
Bolivia es centro de origen de innumerables variedades de maíz, papa, quinua, nuez amazónica, frejoles, maní y raíces andinas y otros cultivos que aportan a la soberanía alimentaria del mundo; y los transgénicos atentan contra esta riqueza, alertó el Foro Boliviano sobre Medioambiente y Desarrollo (Fobomade). Sería extremadamente peligroso introducir transgénicos en el país porque podríamos exponer la riqueza nativa a la contaminación horizontal de pólenes y genes, advirtió la Liga de Defensa del Medio Ambiente (Lidema).
La soya transgénica ya está contaminando la producción nacional y ahora se deja abierta la puerta a los transgénicos de maíz, arroz, trigo, caña, fundamentales en la dieta diaria de los bolivianos. “¿Queremos repetir la experiencia de la soya en otros cultivos? ¿Así defenderemos los derechos de la Madre Tierra?”, increparon decenas de organizaciones sociales bolivianas al Presidente Morales en una carta abierta coordinada por el Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib). [1]
Abundantes datos científicos evidencian que ni los OGMs ni los venenos agroindustriales como el glifosato son inocuos para los humanos; al contrario, constituyen un grave peligro para la salud humana. Por eso Italia, Grecia, Suiza, Alemania y también Perú declararon moratorias en el cultivo de transgénicos por varios años.
El Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia está plenamente consciente de los riesgos: “Estoy convencido de que los productos transgénicos hacen mucho daño; está demostrado científicamente. Algunos seguramente ignorarán lo que estoy diciendo, pero de acá a algún tiempo todo el mundo nos dará la razón”, dijo Evo el 28 de abril de 2010 en Sucre, y propuso que Bolivia sea “territorio libre de transgénicos”.
“Usted ha sido una esperanza para las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales de la región y del mundo, para promover una gestión distinta de las que nos somete el poder de las transnacionales y el capital… (Pero), los transgénicos van en contra del Vivir Bien al que ustedes nos han convocado”, le recordaron a Evo decenas de organizaciones ambientalistas de todo el planeta en una otra carta pública. [2]
Presidente Evo, aprenda de nuestra experiencia: “La modificación genética, al privatizar los bienes públicos vía las patentes de vida, destruye primordialmente los valores que Bolivia ha venido defendiendo”, reflexionó la directora ejecutiva Food & Water Watch de Estados Unidos Wenonah Hauter en otra misiva pública enviada al Jefe de Estado.
Presidente Evo: “Un gobierno como el suyo no puede rendirse a los intereses de las empresas transnacionales de semillas que son también dueñas de los agrovenenos necesarios; no puede un representante del pueblo aprobar semillas pensadas en la exportación desplazando a los cultivos destinados a la alimentación humana. No debe, señor Presidente”, instó el activista español Gustavo Duch Guillot.
Está comprobado que el negocio transgénico constituye una nueva forma de colonización que nos hacen más dependientes de un puñado de corporaciones del agronegocio, que presionan políticamente para mantener un “modelo de negocios donde las ganancias se alcanzan a expensas del medio ambiente y de los siete mil millones de personas que producimos y consumimos alimentos”, aseveró el director ejecutivo de Oxfam Jeremy Hobbs. [3]
Examinen “con mayor atención” las causas e implicaciones de la crisis alimentaria mundial para no tomar “decisiones apresuradas”, recomendaron la FAO, el Papa y centenares de académicos y expertos de izquierda, centroderecha y hasta demócratas liberales, a quienes promocionan los transgénicos monopolizados por Monsanto.
Varios estudios de la ONU y de otras instituciones independientes señalan que la agricultura contemporánea podría alimentar a 12 mil de millones de personas, el doble de la población actual. Por tanto, la crisis alimentaria no es un problema de falta de recursos, inversión o de producción, sino de “prioridades”, recalcó el director General de la FAO Jacques Diouf. No se trata de que produzcamos más alimentos, sino de que esos productos estén bien repartidos y de que la gente tenga la capacidad adquisitiva para comprarlos, subrayó el relator especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación Olivier de Schutter.
El hambre mundial no depende tanto de la escasez material sino de la falta de voluntad política para enfrentar la causa estructural de la crisis: El sistema económico que explota los recursos de la tierra y los bienes comunes de la humanidad “de manera destructiva” y rechazando cualquier tipo de “injerencia” de carácter moral, sermoneó el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate.
Ley inconstitucional
Queda claro, entonces, que la nueva estrategia agraria boliviana no es revalorizar la cultura agrícola ancestral sino fomentar la agroindustria exportadora con un enfoque pro transgénico que profundiza la dependencia del país. Estamos hablando de un modelo productivo totalmente dependiente de semillas e insumos que no responde en absoluto a la realidad y a las necesidades bolivianas, criticó María Julia Jiménez, de la Asociación de Productores Ecológicos de Bolivia.
Presidente Evo: “No entendemos esta medida, que aparece como algo profundamente contradictorio, ya que Ud. mismo ha manifestado repetidas veces su crítica a estos cultivos… Sería una medida suicida para Bolivia y un golpe para todos y todas los que creemos que es posible transitar un camino nuevo y justo con la gente y la Madre Tierra”, arengaron ecologistas e intelectuales del extranjero. [4]
Presidente Evo: Los bolivianos esperábamos un cambio en el proceso productivo agrícola, pero la siembra de soya transgénica se ha incrementado del 40 al 85% en su gestión de gobierno, con el consecuente aumento del uso de herbicidas fungicidas e insecticidas en más del 300%, amonestaron a Evo decenas de ONGs bolivianas. Para colmo, ahora la ministra de Desarrollo Rural quiere rebajar a cero el arancel de importación de agroquímicos, dizque porque los campesinos “gastan mucho” en químicos. [5]
Todo esto contradice los fines y principios de la propia ley de RPCA: “Lograr la Soberanía Alimentaria en condiciones de inocuidad y calidad para el vivir bien de los y las bolivianas, en armonía y equilibrio con la Madre Tierra” (Artículos 3 y 6); y “garantizar la provisión de alimentos y un estado nutricional adecuado” (Art. 12).
No mienta Presidente: Con transgénicos y pesticidas no se vive bien, ni se garantiza una alimentación y un estado nutricional adecuados. Los transgénicos mancillan a la Madre Tierra y violan sus derechos fundamentales a la vida, a la existencia y “a continuar ciclos vitales y procesos libre de la alteración humana; y a no tener su estructura celular contaminada o alterada genéticamente…”.
La ley pro transgénica viola el artículo 255 inciso 8 de la Constitución y también vulnera una decena de derechos básicos de la Naturaleza reconocidos por la Ley de la Madre Tierra y el Buen Vivir, entre ellos su derecho al aire limpio y al agua pura; al equilibrio; a no ser contaminada, y “a no ser afectada por mega infraestructuras y proyectos de desarrollo…”.
Por todo lo expuesto, las organizaciones sociales de todo el mundo exigieron al pretendido defensor de la Madre Tierra que asuma una postura más clara y coherente con su discurso: No puede un país que ha constitucionalizado los Derechos de la Madre Tierra poner en riesgo la biodiversidad, que es patrimonio colectivo de todo el pueblo boliviano.
Un gobierno que llama a “establecer una nueva relación armónica entre el hombre y la naturaleza como garantía de su regeneración” –como pregona el Vicepresidente Álvaro García Linera–, no puede favorecer los “negocios” de unos cuantos empresarios y transnacionales a costa de la salud de la Pachamama.
Pese a todo, el gobierno del MAS legalizó los transgénicos, y Evo mutó de “defensor mundial” de la Madre Tierra a mayordomo de Monsanto. De esta manera traicionó a su propia “revolución democrática cultural”.
Notas:
1. AOPEB, AGRUCO, AGRECOL Andes, Acción Internacional por la Salud, Caritas Pastoral Social Tarija, CEADL, CEDIB, CENDA, CEJIS, ENCUENTRO SOCIAL ALTERNATIVO, FOBOMADE, Fundación Jubileo, Fundación ACLO, GRUPO TRABAJO CAMBIO CLIMATICO Y JUSTICIA, HERBARIO NACIONAL, INDYMEDIA, Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT), LIDEMA, PROBIOMA, PROGRAMA NINA, Red Habitat, SOMOS SUR. Raúl Prada, Antonio Peredo y Gastón Cornejo,
2. Alianza por la Biodiversidad en América Latina, Red por una América libre de Transgénicos (RALLT), Grain internacional, Grupo ETC internacional, Third World Network, Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo (Ecuador), Grupo Semillas (Colombia), Red de coordinación en Biodiversidad (Costa Rica), REDES-AT (Uruguay), Acción Ecológica (Ecuador), Centro Ecológico (Brasil), Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC), Amigos de la Tierra (España), OXFAM (Bélgica), Ecoportal (Argentina); Ecologistas en Acción (España), ATTAC (España), Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRAHEH), FAN México, CADTM (Francia y Suiza), Food & Water Watch (EE.UU.)
3. En un juego de suma cero, en menos de tres décadas no más de 10 multinacionales tomaron el control de la producción, procesamiento y distribución de bienes agrícolas y ganaderos a nivel global; el comercio internacional de comodities, y hasta la propiedad de semillas y organismos vivos. Las trasnacionales que acaparan el comercio de cereales, semillas y agrotóxicos son Monsanto, Bayer, Syngenta, Dupont, BASF y Dow. Estas seis empresas controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo. Cargill, ADM, ConAgra, Bunge y Dreyfus dominan más del 80 por ciento del comercio de cereales.
4. El parlamentario de Alianza 90/Los Verdes de Alemania Thilo Hoppe, afligido, envió una carta a la Embajada de Bolivia en Alemania. Activistas de Europa pidieron al dirigente José Bové de Francia que interceda.
5. Según la disposición transitoria tercera inciso I de la ley pro transgénica, se reducirán aranceles para la importación de maquinaria, equipo e insumos agropecuarios por el lapso de cinco años. Se informó extraoficialmente que el Presidente ha pedido al SENASAG que elabore una norma específica.
Este reportaje fue publicado originalmente por el Servicio de Noticias Ambientales del Fobomade (SENA-Fobomade)