1. No cabe duda que uno de los signos más visibles de la rebelión popular que atraviesa distintas regiones del planeta es la incorporación de la juventud a la lucha. El hecho no es casual. La catástrofe capitalista acude al ataque cada vez más generalizado a la clase trabajadora, compuesta, en grandes porciones, por jóvenes. En Bolivia, principalmente en Cochabamba, la juventud revolucionaria ha
logrado fusionar el espíritu rebelde
de la juventud trabajadora y estudiantil, expresado principalmente en la
escena hardcore punk, con un programa claro de objetivos
revolucionarios.
El sistema, envejecido y arcaico, sustentado en el privilegio obsceno de una minúscula capilla de magnates y en la explotación y opresión de grandes masas, apunta sus cañones de la precariedad, alienación y marginalización muy especialmente sobre grandes capas de mujeres y hombres cuyo futuro es oscuro.
Las luchas emprendidas desde inicios del siglo XXI contra la barbarie han sido importantes, pero todavía insuficientes. Las batallas libradas desde Seattle a Génova, de la Guerra del Agua al Argentinazo y de éste a la Guerra del gas, han tenido la enorme virtud de poner en disposición de combate a miles de almas, pero este avance nos mantiene todavía a medio camino. La razón es obvia: no han cumplido su objetivo. Precisamos de armarnos con ideas más solventes y profundas para cumplir los objetivos revolucionarios de todas estas luchas. Es preciso sacudirnos de los relatos que, ya sea vengan de la reacción o de la “izquierda”, nos han dicho “no hay futuro para la revolución”.
2. En Bolivia, principalmente en Cochabamba, la juventud revolucionaria ha logrado conquistas invaluables. Ha logrado fusionar el espíritu rebelde de la juventud trabajadora y estudiantil, expresado principalmente en la escena hardcore punk, con un programa claro de objetivos revolucionarios. Ha aliado las manifestaciones culturales de la juventud pobre con un programa anticapitalista y por la lucha del gobierno obrero-campesino. Sólo en este marco fue posible desempolvar la idea de acción directa y convertirla en acción callejera, en movilización y, en relación con ello, en manifestación cultural. Conciertos, mítines, festivales y manifestaciones, todos han sido métodos de lucha con un principal objetivo: la revolución socialista. En el camino, como es obvio, ha habido innumerables dificultades; desde la tendencia degenerativa y autodestructiva de algunos/as compañeras/os, hasta las actitudes conformistas y “apolíticas”; desde la lucha contra la auto-complacencia de grupos barnizados de “libertarios” hasta posturas políticas que concedieron al gobierno del MAS, al menos al principio, el carácter de ser un fenómeno progresista. Todas las luchas contra estas corrientes, aunque en ciertos momentos amenazaron con dividirnos y disolvernos, nos han fortalecido más porque han puesto a prueba lo principal de nuestros principios políticos, y a la larga, ayudaron a afilar nuestras armas de intervención política y cultural. Ahora somos el único movimiento que queda en pie y tenemos la firme perspectiva de convertirnos en un movimiento de masas.
3. Un movimiento capaz de salvar la independencia del arte, en medio de la mercantilización y comercialización capitalista, que banaliza, coopta, regimenta y domestica los impulsos autónomos de los artistas y del público. Escritores, músicos, pintores, gestores culturales, precisan unirse para forjar una gran movida que facilite no sólo los medios de producción y circulación de obras artísticas, sino que también, y fundamentalmente, establezca principios de autogestión cultural. Planteamos construir una corriente sin límites artísticos, infinitamente plural y heterogénea desde el punto de vista cultural. Las fuerzas productivas culturales y artísticas desarrolladas a nivel mundial han derribado todas las fronteras de estilo y normas formales, no tenemos por qué empecinarnos en seguir recreando fronteras artificiales entre nosotros. Nos une la necesidad de salvar el arte y la cultura de la barbarie (pos) moderna. La crítica y autocrítica fraternal entre nosotros y sobre nuestra producción cultural son un método de evolución individual y colectiva.
4. Al contrario de lo que pasa en los países del capitalismo avanzado, en Bolivia la industria cultural de la clase dominante es paupérrima. Existe, pero no como un gran impulso forjador de una “cultura nacional” dominante, sino como átomos parasitarios sin grandes luces. En tal contexto, los artistas y el público interesado en las diversas formas de cultura actúan prácticamente a contracorriente en medio de la invasión de mercancías de masivo consumo y de pésima calidad artística. Esta es otra razón poderosa para luchar por la autogestión. El Estado capitalista plurinacional y los medios de comunicación masiva le cierran las puertas a toda expresión cultural autónoma. La movida debe abrir todos los caminos allí donde la bajeza y el primitivismo ponen obstáculos.
5. Nuestra corriente política convoca a la juventud a sumarse a esta construcción. La lucha que la clase trabajadora y las naciones indígenas desaten contra los eventuales ataques del gobierno burgués, debe ser auxiliada por la movilización social, política y cultural de la juventud. Está claro que las armas de la crítica cultural al sistema dominante no reemplazan a la crítica de las armas, pero preparan el terreno para la victoria. En nuestras banderas volveremos a escribir el grito de André Breton y Diego Rivera: ¡La independencia del arte para la revolución, la revolución para la independencia del arte!
Las luchas emprendidas desde inicios del siglo XXI contra la barbarie han sido importantes, pero todavía insuficientes. Las batallas libradas desde Seattle a Génova, de la Guerra del Agua al Argentinazo y de éste a la Guerra del gas, han tenido la enorme virtud de poner en disposición de combate a miles de almas, pero este avance nos mantiene todavía a medio camino. La razón es obvia: no han cumplido su objetivo. Precisamos de armarnos con ideas más solventes y profundas para cumplir los objetivos revolucionarios de todas estas luchas. Es preciso sacudirnos de los relatos que, ya sea vengan de la reacción o de la “izquierda”, nos han dicho “no hay futuro para la revolución”.
2. En Bolivia, principalmente en Cochabamba, la juventud revolucionaria ha logrado conquistas invaluables. Ha logrado fusionar el espíritu rebelde de la juventud trabajadora y estudiantil, expresado principalmente en la escena hardcore punk, con un programa claro de objetivos revolucionarios. Ha aliado las manifestaciones culturales de la juventud pobre con un programa anticapitalista y por la lucha del gobierno obrero-campesino. Sólo en este marco fue posible desempolvar la idea de acción directa y convertirla en acción callejera, en movilización y, en relación con ello, en manifestación cultural. Conciertos, mítines, festivales y manifestaciones, todos han sido métodos de lucha con un principal objetivo: la revolución socialista. En el camino, como es obvio, ha habido innumerables dificultades; desde la tendencia degenerativa y autodestructiva de algunos/as compañeras/os, hasta las actitudes conformistas y “apolíticas”; desde la lucha contra la auto-complacencia de grupos barnizados de “libertarios” hasta posturas políticas que concedieron al gobierno del MAS, al menos al principio, el carácter de ser un fenómeno progresista. Todas las luchas contra estas corrientes, aunque en ciertos momentos amenazaron con dividirnos y disolvernos, nos han fortalecido más porque han puesto a prueba lo principal de nuestros principios políticos, y a la larga, ayudaron a afilar nuestras armas de intervención política y cultural. Ahora somos el único movimiento que queda en pie y tenemos la firme perspectiva de convertirnos en un movimiento de masas.
3. Un movimiento capaz de salvar la independencia del arte, en medio de la mercantilización y comercialización capitalista, que banaliza, coopta, regimenta y domestica los impulsos autónomos de los artistas y del público. Escritores, músicos, pintores, gestores culturales, precisan unirse para forjar una gran movida que facilite no sólo los medios de producción y circulación de obras artísticas, sino que también, y fundamentalmente, establezca principios de autogestión cultural. Planteamos construir una corriente sin límites artísticos, infinitamente plural y heterogénea desde el punto de vista cultural. Las fuerzas productivas culturales y artísticas desarrolladas a nivel mundial han derribado todas las fronteras de estilo y normas formales, no tenemos por qué empecinarnos en seguir recreando fronteras artificiales entre nosotros. Nos une la necesidad de salvar el arte y la cultura de la barbarie (pos) moderna. La crítica y autocrítica fraternal entre nosotros y sobre nuestra producción cultural son un método de evolución individual y colectiva.
4. Al contrario de lo que pasa en los países del capitalismo avanzado, en Bolivia la industria cultural de la clase dominante es paupérrima. Existe, pero no como un gran impulso forjador de una “cultura nacional” dominante, sino como átomos parasitarios sin grandes luces. En tal contexto, los artistas y el público interesado en las diversas formas de cultura actúan prácticamente a contracorriente en medio de la invasión de mercancías de masivo consumo y de pésima calidad artística. Esta es otra razón poderosa para luchar por la autogestión. El Estado capitalista plurinacional y los medios de comunicación masiva le cierran las puertas a toda expresión cultural autónoma. La movida debe abrir todos los caminos allí donde la bajeza y el primitivismo ponen obstáculos.
5. Nuestra corriente política convoca a la juventud a sumarse a esta construcción. La lucha que la clase trabajadora y las naciones indígenas desaten contra los eventuales ataques del gobierno burgués, debe ser auxiliada por la movilización social, política y cultural de la juventud. Está claro que las armas de la crítica cultural al sistema dominante no reemplazan a la crítica de las armas, pero preparan el terreno para la victoria. En nuestras banderas volveremos a escribir el grito de André Breton y Diego Rivera: ¡La independencia del arte para la revolución, la revolución para la independencia del arte!
MOVIMIENTO JUVENIL REVOLUCIONARIO “JULIAN APAZA”.
Tomado de la revista Tren Agitrop N. 4:
Tomado de la revista Tren Agitrop N. 4: