El Decreto Supremo 2765, que determina el cierre de Enatex para convertirla en una empresa de servicios para los artesanos textileros dejando en la calle a más de 800 trabajadores, y que los trabajadores que serían contratados por la nueva empresa pasan a ser funcionarios públicos, es decir fuera de la Ley General del Trabajo, ha hecho estallar el descontento contenido de los trabajadores fabriles. Pone en evidencia para todos el carácter antiobrero del gobierno. Las declaraciones de los funcionarios gubernamentales, ratificadas por el Presidente y Vicepresidente en sentido de que el Estado “revolucionario” no puede tener empresas deficitarias, ha puesto en alerta a los trabajadores mineros especialmente de Huanuni, la principal mina estatal que se encuentra en situación crítica.
En todo el país multitudinarias marchas liderizadas por los fabriles han ganado las calles repudiando al gobierno y acabando definitivamente con las ilusiones que todavía podían quedar en que se trata de un gobierno del pueblo.
Había llegado el momento de gritar a todo pulmón: ¡Evo decía, que todo cambiaria, mentira, mentira, la misma porquería!
El hecho importante es que asistimos al punto de ruptura política de la clase obrera frente al gobierno. La poderosa presión de las bases ha obligado a la burocracia sindical, hasta la víspera descaradamente aliada con el gobierno, a adoptar poses antigubernamentales.
El gobierno, por su parte, arremete duramente contra los sectores movilizados mostrándolos como instrumentos de la derecha tradicional y del imperialismo que buscan desestabilizar al gobierno del “Proceso de Cambio”. Ha reprimido duramente a los transportistas pesados, a los comerciantes minoristas movilizados, a los periodistas que cubren los atropellos de las autoridades, a la movilización nacional de los discapacitados y mantiene tercamente su posición de cerrar Enatex. Le importa poco la reacción de la gente por los abusos que comete con los más desvalidos y utiliza a sus “organizaciones sociales” para justificar sus atropellos y prepotencia.
Toda esta política dura que imprime tiene una finalidad: mostrar a las transnacionales que en Bolivia existe un gobierno con autoridad y que ejerce con mano dura el respeto a los intereses de los inversionistas extranjeros y nativos; es la garantía suficiente para ofrecerles seguridad jurídica y material a sus inversiones.
A partir de ese momento, se abre un nuevo panorama en la lucha política, el movimiento obrero fabril ha perdido toda ilusión en el gobierno, se trata del rompimiento definitivo de este importante sector obrero con el gobierno. Por un lado el gobierno y dirigentes expresando los intereses de la clase dominante, de los explotadores y en la vereda del frente las bases obreras fabriles junto a la tendencia revolucionaria encarnando los intereses de las mayorías nacionales.
La respuesta correcta y revolucionaria frente al fantasma de la desocupación que debe ser asimilada por los trabajadores, es la estatización de todas las empresas productivas que se declaren en quiebra, bajo control obrero colectivo, tarea que no puede cumplir el gobierno del MAS por su sometimiento al imperialismo y a la empresa privada nativa.
Los esfuerzos del gobierno por minimizar la protesta popular liderizada por los fabriles son inútiles. El hecho de que los paros decretados por el COB no hayan sido acatados por los obreros se debe a la desconfianza de las bases hacia la dirección cobista que presionada se radicaliza de boca pero que se niega a romper su pacto de unidad con el gobierno, y en ningún caso, significa apoyo al gobierno. Sólo la explosión de repudio de las bases fabriles a partir de la resistencia al decreto de cierre de Enatex ha obligada a la burocracia sindical a radicalizarse, pero sería un error creer que ha cambiado, esperará el momento propicio, cuando baje la tensión de los trabajadores, para volver a su política servil frente el gobierno.
El decretar paros que no se cumplen es una medida disolvente. Ahora lo que corresponde es potenciar y profundizar la movilización en las calles.
Al gobierno ya sólo le queda la opción de recurrir a la represión, endurecer su autoritarismo y sus rasgos dictatoriales contra el movimiento obrero y popular. Ya no tiene argumentos políticos, para seguir engañando a los explotados. Todo lo que dice buscando justificarse enfurece más a la gente. Va perdiendo aceleradamente apoyo social por lo que sus rasgos fascistoides no podrán desarrollarse hacia un régimen fascista, sino hacia un régimen policiaco, es decir, apoyado en los organismos represivos del Estado: la policía y el ejército.
¿HASTA DÓNDE HAN LLEGADO LAS MASAS?
La actual movilización logra impulsar poderosamente la ruptura política con el gobierno de otros sectores. La debilidad sigue radicando en la persistencia de las luchas sectoriales, en la limitada incorporación del proletariado minero y la permanencia de la burocracia sindical timorata y pro oficialista.
El desarrollo de la situación política donde se operan cambios en la conciencia de los explotados es un proceso contradictorio y lleno de obstáculos. Actualmente, con la incorporación del proletariado fabril a la movilización como consecuencia del cierre de ENATEX, se está impulsando a otros sectores a acelerar su diferenciación política respecto al gobierno; éstos en sus actitudes demuestran que han superado sus limitaciones anteriores y la ilusión que todavía abrigaban en que el gobierno del MAS pueda solucionar sus problemas más elementales referidos a su existencia cotidiana; en este escenario la burocracia sindical ya no puede desorientar a sus bases con el argumento de que no es el hermano Evo quien toma decisiones contrarias a los trabajadores sino sus ministros neoliberales y a esto se debe que, hasta la víspera y reiterativamente, los sectores pedían “dialogar” directamente con el Presidente y no así con sus ministros que asumirían decisiones a espaldas del jefe del Estado.
Ahora ya nadie toma en cuenta la trampa de sus dirigentes de deslindar al Presidente de las medidas antiobreras porque han llegado a comprender que todas estas son parte de la política global del Estado burgués. En las movilizaciones callejeras enarbolan consignas atrevidas y toman los aspectos fundamentales del programa trotskista de manera natural porque expresa con cabalidad sus problemas y sus aspiraciones. Lo que antes -el trotskismo-, era considerado como un tabú en la conciencia de los explotados producto de la prédica de los reformistas incrustados en el seno de los sindicatos, ahora es tomado como una necesidad para enfrentar su lucha diaria contra la clase dominante y su Estado.
De esta manera se confirma, una vez más, la validez del programa revolucionario que es la expresión consciente de la tarea que debe cumplir el proletariado con la finalidad de liberar al conjunto de la nación oprimida por la clase dominante nativa y por el imperialismo. Este programa enarbolado por una organización con muchas limitaciones para entroncar en el seno de los explotados, sin embargo, está presente en las acciones de los actores de las movilizaciones.
Sin embargo, a pesar de que los diferentes sectores, sobre todo aquellos que no dependen de un patrón y reciben directamente los impactos de la crisis que ya se está dejando sentir en el país (discapacitados, comerciantes minoristas, transportistas, etc.) y de aquellos otros que dependen del patrón privado o del Estado (maestros, profesionales) son muy radicales y persistentes, pero, no logran converger en acciones unitarias porque no existe un programa unificador y porque está ausente una dirección capaz de articular las acciones de todos. Estos sectores, a pesar de no encontrar por parte del gobierno una respuesta que satisfaga sus necesidades, se frustran sin encontrar una perspectiva para luego volver a reaparecer con características mucho más radicales. La tendencia general es que, con una mayor agudización de la crisis, los conflictos sociales se profundizarán mucho más, otros sectores que aún no se han incorporado a la lucha ocuparán las calles provocando importantes cambios en la situación política y echando por tierras todos los sueños de oficialismo de perpetuarse en el poder.
Otra de las debilidades del presente proceso es que la columna vertebral del proletariado, el movimiento minero del sector nacionalizado, no logra ponerse al nivel de los otros sectores movilizados de la clase media radicalizada. No logran dejar definitivamente la ilusión de que el gobierno de Evo Morales va a dar la plata para salvar a la minería de la crisis y se someten voluntariamente a una mayor explotación para bajar los costos de producción y evitar que la empresa trabaje en condiciones de pérdida. Sin embargo, el hecho de que hubieran renunciado al incremento del 6 % o hubieran decidido dar el 20 % de sus sueldos y salarios, no permitirá que la empresa pueda arrojar mayores volúmenes en la producción si el gobierno no invierte importantes recursos financieros para comprar nuevas maquinarias y renovar el ingenio que permita capturar minerales de baja ley. Muy pronto llegarán al convencimiento de que el gobierno no tiene ningún interés de sostener una empresa que no reporta utilidades al Estado, actualmente muchos gobernantes y parlamentarios oficialistas ya anuncian que Huanuni está en la mira para ser cerrada si no supera su situación deficitaria.
Sólo la incorporación de los mineros a la movilización y su retorno a su tradicional política revolucionaria podrá impulsar al conjunto del proletariado a asumir su condición de dirección de toda la nación oprimida, dar perspectiva política a las actuales acciones de los explotados y oprimidos del país y lograr la unificación de las luchas sectoriales bajo un programa que representes los intereses de todos ellos. Esto implica forjar, sobre la marcha, una nueva dirección en la COB, en las direcciones medias y de base de los sectores afiliados.
LA INDEPENDENCIA POLÍTICA DE LA CLASE OBRERA SÓLO PUEDE DARSE SI ÉSTA ENARBOLA SU PROPIO PROGRAMA REVOLUCIONARIO
En
los últimos días, como consecuencia de la poderosa presión de las bases
movilizadas, es frecuente escuchar en boca de la burocracia sindical el anuncio
del retorno a la independencia política e ideológica de las organizaciones
sindicales. Se resiste a romper su “pacto de unidad” con el gobierno, los
dirigentes siguen repitiendo la falacia de que el “Proceso de Cambio” es
patrimonio de todos los trabajadores y no solamente del gobierno que lo habría
traicionado con la promulgación de los últimos decretos antiobreros y
antipopulares; revelan así que no han logrado superar, en ningún momento, sus
ataduras con el oficialismo.
La
ruptura política de los explotados con el gobierno ya se está dando desde las
bases animada por la hoguera de las movilizaciones cada vez más radicales. Las
cúpulas burocráticas de las organizaciones sindicales están siendo arrastradas,
contra su voluntad, por las masas en acción. Por tanto, las declaraciones
teñidas de radicalismo de esta gente no pasan de ser una postura demagógica
para no chocar con las bases, se trata de un simple reacomodo momentáneo hasta
que la tormenta social pase; cuando los explotados abandonen las calles los
sirvientes de gobierno volverán a ejecutar el sucio papel de agentes del Estado
burgués.
La
perspectiva del presente proceso político no apunta a la posibilidad de que las
movilizaciones de los diferentes sectores puedan ser cortadas abruptamente o por
la satisfacción, por parte del gobierno, que las masas exigen a sus necesidades
vitales o por la derrota física y política de los combatientes. Lo primero no
es posible, el gobierno no tiene ninguna capacidad de dar lo que las masas
exigen en las calles porque el marco en que está obligado a moverse es la
crisis que cada día amenaza con provocar más hambre y miseria en los sectores
mayoritarios de la población; la segunda posibilidad tampoco puede darse porque
no tiene la fuerza suficiente para terminar doblegando a palos a los
movilizados, manteniendo por la fuerza a sus agentes en las organizaciones
sindicales y aplacando con el garrote toda forma de oposición revolucionaria en
el país.
Por
tanto, si el gobierno tiene limitaciones económicas y políticas para superar la
actual crisis social es real la posibilidad de que ésta crezca en proporciones
monumentales en el futuro próximo. Todo este proceso puede desembocar en una
situación revolucionaria que termine echando del poder a Evo Morales y a toda
su pandilla corrupta y prepotente. La condición para acelerar este
proceso político es que el proletariado, en sus sectores más importantes,
retorne a su eje revolucionario y actúe como la dirección política de los
oprimidos.
Sólo en estas condiciones podrá darse la
independencia política de las organizaciones sindicales a todo nivel. Significa
diferenciarse políticamente del Estado burgués y del reformismo incrustado en
los sindicatos que son la quinta columna de la política burguesa en el seno de
las masas. Esta consigna en boca de la burocracia sindical no pasa de ser un
puro formalismo y las bases deben estar vigilantes para impedir que, en
cualquier momento, pretenda rifar las luchas de los trabajadores como ha ocurrido en el
magisterio rural cuyos dirigentes han firmado un último acuerdo con el gobierno
sin antes haber consultado a sus bases
agobiadas por la presión que reciben por parte del oficialismo a través del
llamado Control Social.